Como para todo, lo mio es el eclecticismo gourmand (?), entonces comí bastante “de todo” y “cualquier cosa” en mis tres días en Mendoza.
Desayuno:
Como desayuno, no se puede dejar de comer en Mendoza la típica tortita, en su versión raspada o pinchada. Para sumarle la necesaria cantidad de calorías, yo las parto al medio y les pongo manteca. Son saladas, grasas, pesadas… ¡¡¡y buenísimas!!!
Almuerzo 1:
Los lomitos en Mendoza son cosa seria. Desde el incendiado Papito Barloa (al que no asistí esta vez) a cualquier hueco mugriente todos son enormes, con mucho relleno y mayonesa casera con algún condimento igual de glorioso que de indescifrable. Esta vez le tocó a un tardío -5 de la tarde- almuerzo en La Alameda -Av. San Martín- en el bar con mesitas en la vereda del Hostel Trilogía Mendoza. Excelente, todo fresco, rico, recién hecho… vayan y coman, chorréense la ropa y engrásense los dedos. Después a dormir como una boa constrictor para digerirlo. Recomendadísimo.
Cena:
Empanadas con vino. Si no caés con eso no tenés alma. Bueno, así me hicieron caer Gabriela y Alejandro en Ceibo Restaurante frente a Plaza Italia. Las empanadas más exóticas a las que les entré primero con desconfianza y después con toda la furia. Comer en Mendoza empanadas de conejo, de osobuco al malbec, árabes, de verduras al wok bien regaditas primero con un torrontés fresquito y después con una Leo Malbec Premium de Bianchi que fue más efectivo que el propio Messi un día inspirado. El lugar, además, muy cálido y la atención un encanto, todo a cargo de un chef -Mauricio Garcia Hudson- y una sommelier -Maria Eugenia Loria-. La carta de Ceibo es más amplia, con platos gourmet que no probé pero si están a la altura de las empanadas están altísimos 😉 Las empanadas son pequeñas y no son baratas, pero valen cada centavo. Recomendado también.
Almuerzo 2:
Después de una fallida pasada por Siete Cocinas que justo estaba cerrado por refacciones, terminamos en Azafrán que fue lo único que estuvo por debajo de las expectativas. Los que me conocen saben que es más difícil llevarme a comer que comprarme un perfume, así que tomen esta valoración como de quien viene. Empecemos por lo bueno: el lugar es muy lindo, con una decoración medio provenzal, medio vintage muy cálida (podrían estar un poco más separadas las mesas, pero bueh); la moza y el sommelier fueron muy atentos y agradables. Ahora la cruda realidad: los platos estaban manchados. Arrancamos mal. Yo puedo comer un choripán en la ruta servido sobre un papel de diario, pero eso es parte del “contrato” que tengo con una parrilla al paso, ahora en uno de los mejores restaurantes -or so they say- de Mendoza los platos tienen que estár prístinos, no manchados por el uso (ojo, manchados no sucios) -si se les manchan los platos LOS TIRAN O LOS PONEN UNA NOCHE EN LAVANDINA, no es negociable. Y después los platos, eran regulares, ni medio pelo más. Y regulares con esos precios está mal. Parece que pudo haber sido un lugar que tuvo su momento de gloria (?) pero ya no lo tiene más. Si tienen ganas de gastar plata, vayan a cualquier otro lado porque Azafrán no vale lo que cuesta ni cerca…
Si tienen otro lugar para recomendar en Mendoza, dejen en los comentarios las sugerencias.
Que bueno que te gustaron los lomos de Mendoza. Yo escribi una nota sobre el origen y las distantas variedades que hay por si alguna vez puedes volver a probarlos.
Realmente son muy ricos y Barloa si que es bueno, pero hay tantas opciones como gustos aca en Mendoza. Saludos.