Disclaimer: Si pensás que este post es sobre empanadas, vas a sufrir una profunda desilusión 😉 La Fiesta Nacional de la Empanada en Famaillá, Tucumán es más que empanadas y fiesta. Tanto que me cuesta hasta arrancar a escribir este post…
Como ya había contado en el post del programa, me compré un pasaje barato de Aerolíneas y me fui a Tucumán, donde se hace hace casi cuatro décadas la Fiesta de la Empanada.
La Fiesta –que es más un festival porque dura 3 días– arrancó el viernes a la noche, pero ese día no fui. Ya el sábado desde la mañana están armados los puestos de ventas varios, los ranchos -que es dónde ser vende la comida y las famosas empanadas-, algunos juegos de chicos -como inflables y camas elásticas- pero todavía está verde el tema. Recién el sábado a la noche, con los shows musicales, empieza a tomar color.
La entrada salía $100 por día (unos u$ 7), pero el sábado antes del show y el domingo hasta más o menos las 3 de la tarde, la entrada era libre. Nosotras fuimos el sábado a la tardecita a comprar la entrada para el día siguiente y no estaban abiertas ni las boleterías 😐 De cualquier forma, pasa de no haber nadie a ser un tsunami de gente, así que recomiendo fervientemente comprar la entrada anticipada y no en la boletería. Averigüen cuando lleguen a Famaillá si está el stand -un escritorio con un papel pegado al costado y un parlante- de venta de tickets en la Plaza San Martín -3 cuadras del predio, del otro lado del río-.
El domingo llegamos con el ExpreBus, que es la compañía de colectivos que sale de la Terminal de Tucumán, cerca del mediodía y encaramos derechito a recorrer los ranchos para comer. En nuestra infinita inocencia, pensamos que había solamente empanadas, pero es un paraíso de pequeños animales hechos a la parrilla, como lechones y chivos, así que fuimos por ese lado.
Con el mismo esmero y un poco mejor higiene que en Simoca, comimos en cuestión de segundos un chivito a la parrilla que era la misma gloria. También pedimos unas empanadas que nunca llegaron, pero tampoco nos cobraron. Vino con hielo y agua. Si, vino con hielo, hacía MIL GRADOS y es el desierto, déjenme vivir. Lo simpático (?) es que no se venden postres en los ranchos, pero pasan vendedores ambulantes con confituras árabes -la perdición-, budín de pan y frutillas CON CREMA-. Si, frutillas con crema con 200º a la sombra y tierra volando en todas las direcciones, así que sospecho que es crema no láctea que aguanta esas condiciones extremas o estaría media provincia ya muerta.
Después de comer, recorrido por el resto del predio, compra de un sombrero más decente que el de cotillón con el que andaba y a la plaza a dormir la siesta. Bueno, dormimos un par de horas de siesta en el pasto. No se lo cuenten a la niñera.
A la tardecita del domingo ya estaban las boleterías abiertas pero no había colas, aunque se presentía más movimiento. Arrancamos a comer empanadas con cerveza de merienda, pero estaban 7 puntos. El anfiteatro ya estaba tapado de gente para esperar el show central de Ulises Bueno -que se retrasó nada más que media hora-, con la animación del conductor del evento que se hizo insufrible diciendo boludeces. En un momento temí por su vida, porque la gente empezó a silbar y estaba al límite de que lo echaran del escenario de un ladrillazo en el marote.
Al segundo tema ya encaramos para la puerta y era un mundo todo. No se podía caminar y seguía llegando gente. Cola de par de cuadras en boletería, cola de par de cuadras para entrar y todo a los empujones y desordenado. Yo se que es una fiesta familiar, pero si están con chicos váyanse antes de que arranque el show. En serio.
Nos fuimos a comer más empanadas a la zona del Parque Temático Histórico de Famaillá que es la Ruta de la Empanada Tucumana porque en Famaillá todo tiene nombre, apellido y estatuas a cagarse (pero eso va en otro post por mucho y diverso). En esta segunda tanda estaban más jugosas, aunque con bastante gusto a nada, pero la noche estaba ideal y ya veníamos tan muertas de risa que no importaba nada.
La verdad, que la Fiesta Nacional de la Empanda no fue lo que me esperaba y se salvó porque terminamos siendo 3 y el chiste era TODO. Menos mal, sola me hubiera querido matar porque no sirve ni por la anécdota. La competencia oficial, por ejemplo, transcurre dentro de un vallado, así que ni siquiera ves a los competidores o cómo es el proceso de elaboración o calificación. Nonsense.
Los que me conocen o vienen siguiendo el blog saben que soy de viajar y mandarme sola a cualquier lado, pero esto no… Es un buen plan si son un grupo, están por la zona y tienen ganas de sacarse fotos ridículas y comer porquerías, pero hasta las empanadas que comí en San Miguel de Tucumán estaban más ricas que las de Famaillá.
Cómo llegar: Salen micros cada hora desde la Terminal de Ómnibus de San Miguel de Tucumán, desde las 5 de la mañana y vuelven de Famaillá hasta las 23:00. La empresa se llama Exprebús y el boleto sale menos de $30 (unos u$ 2 ida o vuelta) y se puede sacar directamente arriba del micro.
En auto son unos 20 minutos, todo por autopista. En taxi o remise, unos $350 pesos por tramo.
Dónde hospedarse: en San Miguel de Tucumán. En Famaillá hay solamente 2 hoteles mínimos y nunca hay lugar. Lo bueno es que en la capital hay hoteles super decentes y muy baratos.
Dónde comer: chivito, lechón y asados varios en los ranchos. Las empanadas fueron una desilusión, pero vayan con fé por la carne asada que es una cosa de locos. No hay ninguna parte de todo lo que conté apta para vegetarianos o veganos, sencillamente NO. Hasta la repostería tiene grasa animal.
Dónde comprar la entrada: las boleterías abren solamente cuando ya es un mundo de gente. Consigan las “anticipadas” en la Plaza San Martín, la Municipalidad o pregunten directamente por ahí dónde las venden. Toda la gente es muy amorosa, pregunten tranquilos.
Precauciones:
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