Después de la cruzada del post anterior llegué a un ciudad (pueblito) que es como un cuento, con castillos, fortalezas, caballeros, banquetes y carruajes… pero modernos. Yo ya me había hecho una idea mental de qué me iba a encontrar pero di con otra cosa, algo que no me esperaba y era muy distinto a todo.

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Por empezar, Carcassonne no es un destino turístico per se, sino más bien una parada intermedia para los que quieren llegar a Toulousse o una especie de “parque de diversiones histórico” para los regionales. La ciudad es chiquita, prolija, apretadita, limpia y con negocios elegantes, autos elegantes y bares elegantes en los que casi no se ven turistas. Como está en el centro de una zona rural MUY FRANCESA hay montones de negocios de delikatessen locales, como carnes de diferentes tipos de aves -sobre todo pato, gansos y ocas-, foie gras y vino DOC Pays d’Oc. Mucha variedad, muy abundante, pero nada barato, aunque con la garantía de que estás comprando the real deal en la mismísima capital mundial del foie gras –Languedoc-. La gente es serena, no simpática pero muy educada y el “parque automotor” como para que se te caigan las medias. Se ve que el campo en Francia rinde…

Salade Cathare Carcassonne
La Salade Cathare :Foie gras, magret de Canard séché, salade verte.

La principal atracción es La Cité, una fortaleza de origen remoto (tan remoto que no tienen ni idea de cuándo) que durante siglos sufrió modificaciones, ampliaciones, deterioros, abandonos y usos militares hasta que a principios del siglo XIX fue recuperada y restaurada completamente hasta la época en que fue virtualmente abandonada. Acá es cuando se dividen las aguas: para algunos, es todo una mentira para los turistas, mientras que para otros es solamente la consecuencia lógica para conservar el patrimonio de una de las construcciones más antiguas de Francia. Ni hablar de que yo soy del segundo grupo 😀

La Cité de Carcassonne o La Ciutat de Carcassonna (el occitano es muy parecido al español, ya verán por qué) era la frontera entre Francia y el reino de Aragón por lo que más que un castillo era una fortificación creada por los romanos -parece-, modificada por los visigodos -parece- y habitada alternativamente por franceses u languedocianos puros -eso es seguro-. Si quieren saber más de la historia búsquen en Google que hay MONTONES. Por eso los languedocianos siempre fueron como una “cruza”, unos outlanders, por lo que Carcassonne aún tiene un aura muy especial: hablan distinto, comen distinto, visten distinto…

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A la Cité se llega caminando (todo queda cerca) y es en una loma, así que a prepararse para subir, y subir, y subir… La fortaleza encierra otra ciudad de trazado antiguo, con recovecos y pasadizos muy pintoresca. Está llena de chicos chiquitos en viaje de estudios lo que me pareció un encanto y no joden nada. El resto éramos turistas ingleses en su mayoría, algunos franceses de por ahí y varios más elegantes que se hicieron una escapada de camino a Bordeaux o Toulousse. Está lleno de gente, pero no agobia porque no hay un sentido de circulación predeterminado, así que si te agarra un poco de fobia te vas para unas laterales y a charlar con los pájaros 🙂

El punto cúlmine de la visita es recorrer lo que era el Castillo regidor de toda la fortaleza, propiedad del Vizconde de Carcassonne. Yo hice la visita con el aparatito de la audioguía que te va contando cómo fue la reconstrucción, con datos históricos, como si fuera la voz de Eugène Viollet-le-Duc quien fue el arquitecto a cargo de las obras. Buenísimo.

Fue una buena desición estratégica hacer esa parada porque no es un destino al que habitualmente se llega en ningún tour y supongo que recorrer toda el Languedoc en auto debe ser algo espectacular. Me queda pendiente 😉 Si tienen la ocasión de hacer esa parada en alguno de sus viajes, estoy segura que no se van a arrepentir.

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